Autor : Eduardo Alberto Sobra

lArgentina 

  *¡Oh, mujer y locura!*

Hoy vienes a cenar 
en esta noche 
apacible y serena
de fines de primavera.
Comeremos bajo 
el eucaliptus
de cincuenta mil lunas,
con la mesa servida
a su abrigo
y un antiguo candelabro
de tres velas.
Llegas temprano
y te sorprende la vista,
las diáfanas luces
más la luz de la luna
realzan tu encanto
de brisa y de lluvia, 
de vuelo de gaviota,
de mar calmo,
de chocolate de invierno,
de rocío.
Te doy un beso
en los labios
y te alcanzo 
una copa de vino,
brindamos por el encuentro
y con otro beso, 
te acomodo a la mesa
y te sirvo,
sirviente de luna
escondiendo las ansias
con mi premura de amor
que contengo a distancia.
Te preparé salmón
con cinco minutos 
de fuego,
salsa de azafrán
y puré de manzanas,
el vino blanco en la copa
y el deseo 
quemando la mirada.
Una creme brulee
apasionaba tu boca
y un café
deleitaba la mía, 
mis ojos solo te miraban
con la ternura del alma
y el deseo ardiente
de mi amor infinito.
Acomodé una manta
sobre la humedad del pasto
y te llevé de la mano
para que te recuestes
en ella,
te desvestí de a poco,
en complicidad 
con la luna,
que le ponía luces
a tu piel desnuda.
Me desvestí todo
con rapidez morbosa
y me acosté a tu lado,
¡Oh, Mujer y locura!
amándote en la noche
de placer y lujuria.
Y después,
el tiempo fué testigo
del éxtasis
de nuestros cuerpos
ya vacíos de cimientes
y la humedad de la piel
floreciendo como un géiser.
Y el encanto de la brisa
soplándonos suspiros
mientras un bhúo nos miraba
cual impertérrito vigía.
Nos dormimos abrazados
a la hora del sol
que nacía,
arropaba su luz
a nuestra dicha dormida,
mi mirada
en los sueños 
dibujaba tu cara
y una mueca de placer
en mis labios
se colgaba.

Eduardo Alberto Sobral
Argentina
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